El mundo vegetal de las zonas bajas es realmente rico y aunque las condiciones climáticas, falta de suelo, no permiten la formación de bosques, las plantas se las ingenian para crecer en los resquicios, en las paredes, o allí donde parece imposible.
Cerrajas de risco, cruzadillas, cónganos, tajinastes blancos, pasteles de risco, salvias y un largo etcétera, muchos son los endemismos que atesora este parque rural. Todos luchan por el espacio vital y compiten por atraer a los insectos que polinicen sus flores.
El balo, aporta verdor al fondo de los barrancos y sus frutos carnosos son arrastrados por el agua o son comidos por los lagartos, que luego dispersan las semillas con sus excrementos.
Los palmerales son también frecuentes en la zona. La palmera canaria, símbolo del archipiélago, pasa por ser la más elegante en su género. Se trata de una especie vegetal muy útil al hombre, que aprovecha sus troncos para hacer colmenas y sus hojas para confeccionar cestería. De los dátiles o támaras deriva el nombre aborigen de la isla: “Tamarán”, y de la especie el de su provincia: Las Palmas.
En Gran Canaria se pueden ver los pinos mezclados con las tabaibas, algo insólito en las demás islas. De los tabaibales se pasa directamente al pinar canario, de lo que existe una magnífica muestra en este parque, con viejos ejemplares de majestuoso porte.
Los pinares de Inagua, Ojeda y Pajonales, han sido incluso declarados reserva natural integral por su excelente estado de conservación e interés científico
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