La red de barrancos más grande y complejas de Canarias se encuentra en la vertiente sur de Gran Canaria. Llama la atención que siendo el clima en esta parte notoriamente árido el relieve destaque por ser tan abrupto y aparatoso;
las razones hay que buscarlas en su dramático origen volcánico y en el clima del pasado, mucho más húmedo que en la actualidad.
La isla de Gran Canaria se ha formado a lo largo de unos catorce millones de años, después de un largo período de crecimiento se produjo un tremendo colapso en la zona central, una enorme caldera que fue rellenada por nuevo material volcánico, luego sobrevino un período de calma predominado por la erosión: tres millones de años que dieron paso al ciclo de erupciones volcánicas explosivas más violento de Canarias. En los últimos dos millones de años, los deslizamientos, desplomes gravitacionales y la erosión se han encargado de desmantelar esta parte del edificio insular, modelando un paisaje que Unamuno acertó en calificar como tempestad petrificada.
Con tanto cambio geológico habido en la parte central de la isla, los márgenes de la primitiva caldera de Tejeda, no son siempre fáciles de reconocer; por suerte la presencia de determinadas capas que se repiten, permiten reconstruir el perímetro original y estimar su diámetro en unos veinte kilómetros.
Por ejemplo, hay unas tobas que son conocidas por azulejos y su color se debe a alteraciones hidrotermales
Los materiales geológicos, testigos de la violencia eruptiva que destruyó montañas enteras en esta zona, se encuentran esparcidos por toda la isla. Muy característicos son los aglomerados del Nublo, generados a partir de nubes ardientes o avalanchas de bloques, lava y barro que arrastraron y englobaron fragmentos de rocas y árboles que encontraban a su paso.
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